viernes, 11 de diciembre de 2009


He descubierto hace poco que me encantan las descripciones. De todo tipo. Cuando copio frases en mis cuadernos, suelen estar tomadas de esos largos párrafos que de pequeña te saltas porque lo que te importa es la acción y no su circunstancia. Pero, como decían que decía Ortega y Gasset, "yo soy yo y mis circunstancias". Y a veces en un libro es mucho más la circunstancia que el argumento en sí.

Podría poner miles de ejemplos. Por tomar uno reciente, el otro día, leyendo un libro para niños bastante tonto, encontré frases como las siguientes:

El alisio llenó la casa con los olores del pinar. Este viento nunca viaja solo; le acompañan casi siempre las nubes lloronas que descargan el llanto contenido durante meses. Es el primer aviso de que el otoño está próximo.

O esta:

El verano se despedía sin aspavientos sobre las copas de los almendros

Quizá no sean frases espectaculares, quizá no le gusten a nadie más que a mí, pero son las que me dan idea de la verdadera medida de esa obra. Las que me dicen qué habría pasado si ese escritor (o escritora) se hubiera dedicado a escribir otro tipo de literatura y no hubiera intentado encorsetarla en una historia para niños anodina y ramplona. No sé por qué escriben Literatura Infantil quienes no han nacido para ello. A nadie en su sano juicio se le ocurriría ser poeta si no sabe rimar.

Las descripciones son las que sustentan, en mi opinión, la atmósfera del libro. Las que te dejan entrar en él, sacándote de tu mundo, o te recuerdan "bah, al fin y al cabo esto es sólo una historia".

En un libro de Literatura Juvenil, Corazón de tinta, hay un escritor que consigue meter y sacar a los personajes de su libro e incluso hacer crossovers con otras historias. Todo es posible para él. En cambio, otros lo intentan y sacan a los personajes mudos, o conjos, o con cualquier tipo de deformidad. Porque no son capaces de creérselo. Y la Literatura, si algo es, es una cuestión de fe, de pacto entre el autor y el lector, entre la tinta vertida sobre el fondo claro y los ojos que la siguen y la siguen, interminablemente, quizá a lo largo de kilómetros.

Ya os conté en su día cómo entré yo en el Jardín Secreto de la mano de Mary. Era imposible no hacerlo una vez y otra, debajo de las sábanas y a la luz de un despertador digital. En aquellos viajes hacia los páramos de Misselthwaite perdí parte de mi vista, pero desarrollé la otra, la que ninguna operación o lente puede devolverte: la fascinación y la fe en las frases mentirosas, tramposas y crueles de los libros. A veces, cuando una descripción era especialmente vívida, tenía que leerla con los labios, en susurros, como un conjuro que me permitiera entrar en ese mundo.

Dice mi gran gurú Álvaro Naira que si quieres algo y no lo tienes, lo que hay que hacer es escribirlo, fabricarlo con palabras.

Pero eso es un conjuro de ilusión que a la primera mirada escéptica se rompe en mil pedazos y te deja desnuda en medio de la calle, con tu carroza convertida en calabaza y seis ratones huyendo hacia los campos en el medio de la noche.

La fe en la Literatura, como cualquier otra en el mundo, tiene una historia sembrada de mártires, renegados y conversos. Y al igual que una buena descripción puede abrirte la puerta que te cambie la vida, una mala puede echarte para siempre de ese mundo secreto, exclusivo y errante. Y encontrar otra vez la entrada será producto de la casualidad o del tesón de alguien que esté aún dentro tendiéndote la mano.


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No digo q sea mio :)

tan solo me gusto y ha sido publicado

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  2. Pues pon el enlace de donde lo sacaste; digo yo que es lo mínimo.
    http://istra.lacoctelera.net/post/2008/06/02/descripciones

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eclipse

Estaban el Sol y la Luna en un eclipse

y el Sol comienza a molestarla diciéndole:
'Luna eres una puta, puta, puta, puta, puta.'
Y la Luna ofendida pregunta:
'Porque me dices eso?
El Sol le contesta:
'Porque solamente sales de noche y andas de cuarto en cuarto: de cuarto menguante, cuarto creciente, etc.'
La Luna ofendida dice:
'Me tengo que vengar, qué le diré? qué le diré?'
Pasan los años y se vuelven a encontrar y esta vez le dice la Luna al Sol:
'oye Sol eres un pendejo, pendejo, pendejo pendejo, pendejo'
Y el Sol contesta:
'Oye espérame, por que me dices eso?'
y la Luna contesta:
'Porque llevas miles de años calentando a la Tierra y nunca te la
has cogido.